Violencia moral y minorías sexuales

Por: estudiante de Ciencia Política Facundo García/ Lic. en Antropología Marcelo Zelarallán/ Lic. en Psicología Alejandro Viedma.

El no aceptar los preceptos sociales establecidos hegemónicamente para ser varones o mujeres ubica a las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans (LGBT) en una posición vulnerable frente a la violencia moral y al maltrato psicológico en la medida en que se produce un menoscabo al ejercicio individual de la voluntad y la libertad de elección de cada sujeto en lo referente a cómo llevar a cabo su singular sexualidad.

Con violencia moral o psicológica nos referimos a la definición que propone la antropóloga Rita Laura Segato, a todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea ni consciente ni deliberada. Entran aquí la ridiculización, la coacción moral, la sospecha, la intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como persona, de su personalidad y sus trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades intelectuales, de su trabajo, de su valor moral (...) Este tipo de violencia puede muchas veces ocurrir sin ninguna agresión verbal, manifestándose exclusivamente con gestos, actitudes, miradas.[1]

Como vemos, la violencia moral está presente en la vida cotidiana independientemente de que pueda estar asociada a la violencia física, que es más evidente y denunciada; el daño y el sufrimiento de la primera no suele tener el peso que debería en las reflexiones sobre los procesos de violencia y en los programas de promoción de los derechos humanos de las mujeres y de las minorías sexuales.

Podemos ilustrar la violencia moral que vivencian en su cotidianidad las/los LGBT tomando algunos hechos, por ejemplo, los cánticos en las canchas de fútbol cuando, para desprestigiar al rival, la hinchada canta: “son todo’ negro´, son todo’ puto´”, el uso de la orientación sexual como insulto, descalificación o amenaza: “maricón de mierda”, “te voy a matar, tortillera”, “es un culo roto”, “y ahora encima quieren ser madres (o padres)!”, la ridiculización de las minorías sexuales que hacen varios actores y conductores de programas de televisión y radio, sentir que deben hacer un mayor esfuerzo en sus trabajos para demostrar que son aptos o aptas para ese puesto, no ponerse determinada ropa por temor a que se “les note”, no hacer demostraciones afectivas en la vía pública porque “eso es para casa”, hablar “en clave” o “en neutro” para que ocasionales e indiscretos oyentes no descubran su “secreto”, controlar la gestualidad para evitar que se les vean “las plumas”, mentir a sus amigos y amigas y/o familiares para ir a algún lugar “del ambiente”, justificar su (supuesta) soltería o noviazgo con alguien de su mismo sexo o género, y la lista continúa...

Por lo anterior, consideramos que lo que más afecta no sólo al colectivo LGBT sino a toda nuestra sociedad es el heterosexismo, la creencia en la deseabilidad y superioridad de la heterosexualidad y desde allí su imposición o promoción como la opción única y óptima para expresar la sexualidad adulta.

En este sentido, los efectos del heterosexismo se evidencian en la represión, supresión o inhibición de cualquier sexualidad que no se defina como heterosexual.

Volviendo a la forma tácita de violencia, también se la puede rastrear en las experiencias dentro del ámbito laboral que cotidianamente deben vivenciar las personas LGBT con el sólo hecho de sugerir o mencionar que están enamorados/as o en pareja, ya que casi siempre la gente pensará que ese partenaire es del sexo o género opuesto. Es por ello que muchas personas LGBT prefieren silenciar o mentir esta parte de sus vidas para evitar recibir comentarios condenatorios de sus compañeros/as o cualquier respuesta de ellos/as que les hagan sentir incomodidad o malestar.

Poner en consideración el atravesamiento de la jerarquía de género se hace necesario para romper el silencio, para (d)enunciar esa violencia que opera sin nombrar.

Por otra parte, sólo se logrará una plena democracia en el momento en que todas las voces se alcen para instaurarse en la arena del diálogo.

Bibliografía: Segato, Rita Laura (2003) Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial.


[1] Segato, 2003:115


2 comentarios:

San Pedro Gay dijo...

Nos gusto mucho esta nota la agregamos a nuestro Blog si nos das la autorizacion

Anónimo dijo...

Ale tus notas son muy ricas tanto en contenidos teóricos como en argumentos posibles de llevar al campo de estudio.